I
VOTANTE,
di, qué más vale: ¿el oro o el pensamiento
a la hora de elegir un candidato?
¿El más fuerte, el más justo, el más sensato,
o el que, de voz en voz, te trae el viento?
¿O el que en sus actos muestra rendimiento
o quien te entrega polvo y arrebato?
¿Y en su apariencia? ¿lujo o gran recato?
¿Y en actitud? ¿frialdad o sentimiento?
Porque, primero, el informarte un rato
vale más verlo vuelto en tu contento
de que en tu casa hay más de un zapato
y no falta ni un día el alimento…
¡Porque en tu juicio, voto y alegato,
está el futuro que huye al sufrimiento!
II
SOCIEDAD,
nunca reniegues de tus propios hijos:
¡Que es anciano!, ¡que es joven!, ¡indigente!…
Mas, también, forman parte de tu gente
y sus valores, largos y prolijos…
Todos son tuyos, pero no tan fijos
o tan clavados en tu tierra o ambiente,
tal cual los que se fueron de repente
por no encontrar en ti óptimos cobijos…
Pero si a cada uno tenerlo, verlo,
quieres en todos tus asuntos, juntos,
dales la mano que ellos necesitan…
Y notarás que el ejercerlo, serlo,
te enriquece tras tus difuntos puntos
sin que tus malos pasos se repitan…
III
GOBERNANTE,
si al principio te abunda el argumento
de andar, de gente en gente, con buen trato,
desde el monte hasta la urbe, siempre grato,
por conseguirte más apoyo, aliento,
¿por qué no te domina entendimiento
a la hora de ejercerles tu mandato,
como si sólo fueras un novato
que, si no aprende, pierde su talento?…
¡Que de victoria se hable en tu relato
de obtener casi todo al cien por ciento
y acabar, paso a paso, tu contrato!…
Que si no, el súbdito, en cualquier momento,
tendrá el derecho, o el mismo desacato,
de echarte fuera por incumplimiento…
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